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lunes, 23 de marzo de 2015
CUENTO
TITIN, EL NIÑO AVISPA
Titín volvía otra vez a casa sin merienda. Como casi siempre, uno de los chicos mayores se la había quitado, amenazándole con pegarle una buena zurra. De camino, Titín paró en el parque y se sentó en un banco tratando de controlar su enfado y su rabia. Como era un chico sensible e inteligente, al poco rato lo había olvidado y estaba disfrutando de las plantas y las flores. Entonces, revoloteando por los rosales, vio una avispa y se asustó.
Al quitarse de allí, un pensamiento pasó por su cabeza.
¿Cómo podía ser que alguien muchísimo más pequeño pudiera hacerle
frente y asustarle? ¡Pero si eso era justo lo que él mismo necesitaba
para poder enfrentarse a los niños mayores!
Estuvo un ratito mirando los insectos, y cuando llegó a casa, ya tenía claro el truco de la avispa: el miedo. Nunca podría luchar con una persona, pero todos tenían tanto miedo a su picadura, que la dejaban en paz. Así que Titín pasó la noche pensando cuál sería su "picadura", buscando las cosas que asustaban a aquellos grandullones.
Al día siguiente, Titín parecía otro. Ya no caminaba cabizbajo ni apartaba los ojos. Estaba confiado, dispuesto a enfrentarse a quien fuera, pensando en su nuevo trabajo de asustador, y llevaba su mochila cargada de "picaduras".
Así, el niño que le quitó el bocadillo se comió un sandwich de chorizo picantísimo, tan picante que acabó llorando y tosiendo, y nunca más volvió a querer comer nada de Titín. Otro niño mayor quiso pegarle, pero Titín no salió corriendo: simplemente le dijo de memoria los teléfonos de sus padres, de su profesor, y de la madre del propio niño; "si me pegas, todos se van a enterar y te llevarás un buen castigo", le dijo, y viéndole tan decidido y valiente, el chico mayor le dejó en paz. Y a otro abusón que quiso quitarle uno de sus juguetes, en lugar de entregarle el juguete con miedo, le dió una tarjetita escrita por un policía amigo suyo, donde se leía "si robas a este niño, te perseguiré hasta meterte en la cárcel".
La táctica dió resultado. Igual que Titín tenía miedo de sus palizas, aquellos grandullones también tenían miedo de muchas cosas. Una sola vez se llevó un par de golpes y tuvo que ser valiente y cumplir su amenaza: el abusón recibió tal escarmiento que desde aquel día prefirió proteger a Titín, que así llegó a ser como la valiente avispita que asustaba a quienes se metían con ella sin siquiera tener que picarles.
Estuvo un ratito mirando los insectos, y cuando llegó a casa, ya tenía claro el truco de la avispa: el miedo. Nunca podría luchar con una persona, pero todos tenían tanto miedo a su picadura, que la dejaban en paz. Así que Titín pasó la noche pensando cuál sería su "picadura", buscando las cosas que asustaban a aquellos grandullones.
Al día siguiente, Titín parecía otro. Ya no caminaba cabizbajo ni apartaba los ojos. Estaba confiado, dispuesto a enfrentarse a quien fuera, pensando en su nuevo trabajo de asustador, y llevaba su mochila cargada de "picaduras".
Así, el niño que le quitó el bocadillo se comió un sandwich de chorizo picantísimo, tan picante que acabó llorando y tosiendo, y nunca más volvió a querer comer nada de Titín. Otro niño mayor quiso pegarle, pero Titín no salió corriendo: simplemente le dijo de memoria los teléfonos de sus padres, de su profesor, y de la madre del propio niño; "si me pegas, todos se van a enterar y te llevarás un buen castigo", le dijo, y viéndole tan decidido y valiente, el chico mayor le dejó en paz. Y a otro abusón que quiso quitarle uno de sus juguetes, en lugar de entregarle el juguete con miedo, le dió una tarjetita escrita por un policía amigo suyo, donde se leía "si robas a este niño, te perseguiré hasta meterte en la cárcel".
La táctica dió resultado. Igual que Titín tenía miedo de sus palizas, aquellos grandullones también tenían miedo de muchas cosas. Una sola vez se llevó un par de golpes y tuvo que ser valiente y cumplir su amenaza: el abusón recibió tal escarmiento que desde aquel día prefirió proteger a Titín, que así llegó a ser como la valiente avispita que asustaba a quienes se metían con ella sin siquiera tener que picarles.
ADIVINANZAS
En las manos de las damas
casi siempre estoy metido,
unas veces desplegado
otras veces recogido.
(El abanico)
Ani lloró todo el día;
perdió lo que más quería
(El anillo)
Rodeo cuellos y cuellos,
tanto de ellas como de ellos.
(La bufanda)
Una piel que es otra piel,
una mano que no es mano
y el frío se aguanta bien.
(El guante)
Resuélveme este dilema:
"soy una, pero soy media"
(La media)
casi siempre estoy metido,
unas veces desplegado
otras veces recogido.
(El abanico)
Ani lloró todo el día;
perdió lo que más quería
(El anillo)
Rodeo cuellos y cuellos,
tanto de ellas como de ellos.
(La bufanda)
Una piel que es otra piel,
una mano que no es mano
y el frío se aguanta bien.
(El guante)
Resuélveme este dilema:
"soy una, pero soy media"
(La media)
TRABALENGUAS
-Una madre godible,
contable, tarantantable, que tenía sus hijos godijos, pericontijos,
tarantantijos, y les dijo id al bosque godible, peri contable, tarantantable, y
trae una liebre godible, pericondieble, tarantandieble.
-Había un dragón Gordon que comía mucho carbón, y ese dragón muy Gordon se fue llorando como un Gordon y, ese dragón Gordon dejó de ser el dragón Gordon.
-A Cuesta le cuesta subir la cuesta, pero en medio de la cuesta, Cuesta va y se acuesta.
-El amor es una locura que ni el Cura lo cura, que si el Cura lo cura, es una locura del Cura.
-Me han dicho un dicho mal dicho que han dicho que he dicho yo, que si yo lo hubiera dicho lo habría dicho mejor que el dicho que han dicho que he dicho yo.
sábado, 21 de marzo de 2015
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